Paco Gómez Escribano le ha dado una cara más agradable a una década y media que fue la pérdida de una generación entera. La moda más absurda se alargó gracias a gente que vio un filón de oro en "las hazañas" de estos jóvenes perdidos, la mayoría descendientes de gente obrera que venía buscando un arraigo.
Los padres trabajaban dos turnos, vivían en barracas o pisos de 30 metros y el único premio al día era besar a sus hijos al término de la jornada.
Con su personaje (El Botas) es amable y comprensivo. Y es que no puede ser de otra manera si has crecido en un barrio 24 horas.
Es una novela de la que dar muchos detalles es destrozarla por completo. Es la verdadera puñetera y triste historia de la transición, miles de sueños rotos, y el único superviviente de esos años en una isla desierta, perdido y desorientado, va por vosotros: José, Luis, Antonio, Carlos, etc.
Algún lector de "Yonqui" puede sentir lo mismo que yo, rabia. “Tío, esto lo tenía olvidado en mi maldito cerebro, ya lo había desfragmentado”. Pero no, siguen y siguen esos tambores sonando. Es el destino.
No voy a engañar a nadie, mi sensación después de la lectura fue muy extraña, inmediatamente me puse a escribir en un papel y al día siguiente lo rompí.
Yonqui, no es sólo la visión personal de Paco, es lamentablemente la de muchos, realizada con el corazón y muy difícil de escribir. Te has ganado mi admiración y aplauso, amigo.
Aquí tienes la sinopsis:
Canillejas (Madrid), 1978. El Botas tiene 16 años. Es huérfano de padre. El hígado de su progenitor dijo basta en la bodega del barrio. Su hermano murió tiempo atrás de hepatitis C por esa desafortunada costumbre de compartir las jeringuillas para chutarse. Su hermana se fue a una comuna jipi en Ibiza al cumplir los 18. Convive con su madre, que es una borracha que un día se fuga con un vecino. Es inmigrante de segunda generación, es decir, que sufre desarraigo de las raíces de la tierra de sus padres, y se dedica a dar vueltas por el barrio con sus colegas el Conejo, el Mecánico, el Pumby, el Porras y el Nani tomando todo aquello que el sistema les niega, en un contexto brutal de crisis y paro. Se dedican a delinquir y ellas, la Morritos, la Orejuda, La Trini, la Charo... la contraparte femenina de la basca, se sacan el sustento en las esquinas aliviando los más bajos instintos de los hombres.
El Botas, un día, se encuentra con la música y con Lola, de la que se enamora. Y estos dos factores le hacen pensar en desengancharse de la droga y llevar una vida sin sobresaltos. ¿Lo conseguirá?
Añadir a título personal, la operación de marketing personal en redes de Yonqui. Es para estudiarlo.
Por José Andrés Espelt