05 diciembre 2011

Los muertos de la arena/ Gandolfo&Sosa





Contra lo que suele repetir la trivial inercia sentenciosa, que asume con facilidad como verdades las opiniones escépticas, nosotros creemos que las segundas partes no suelen ser peores. Me acuerdo de que en el final a la presentación de El doble Berni, la primera novela de Gandolfo & Sosa, terminaba así: “Negro Absoluto asegura que Jorge Lucantis volverá”. Y en realidad no era una promesa (que lo era) sino un deseo, una necesidad encubierta: las ganas de ver otra y muchas veces más al flaco algo descolorido de la casona de Palermo. De saber qué pasaba con su vida en general, entre él y la elusiva Tagomi, más allá del crimen o misterio en que se viera envuelto.



La cuestión es que Lucantis esta vez se va al sur, a un improbable pero reconocible congreso cultural en Madryn –con el inevitable Bayer incluido– y ahí, mientras le escamotean las soñadas ballenas, le regalan un pendrive que se convertirá en amuleto y lo hacen participar en una memorable mesa redonda sobre lo que no sabe, le presentan una falsa serie de cadáveres enarenados y un siniestro convidado de piedra, el coltán. Pero lo principal no es eso sino que Lucantis se cruza con Trenet y Krass –inolvidables, redondos, paralelos, divergentes, necesarios–, dos personajes que el lector no olvidará, mientras empieza a funcionar otra cosa que algunos suelen desdeñar pero muchos –lectores como nosotros– no: el placer del reconocimiento, del reencuentro.



Los muertos de la arena
Gandolfo & Sosa
Negro Absoluto 2011

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