Octubre de 1997. A finales del siglo anterior. Transcurrido el largo y caluroso verano en el que habíamos leído alguna o bastantes de las recomendaciones que Rosa Mora, como cada mes de Julio hacía desde lás páginas de Babelia. Si era verano tocaba doble página de literatura policíaca. McIlvanney, Jerome Charyn, Walter Mosley, Daniel Pennac, Elmore Leonard, la M de Maldad de Sue Grafton, eran algunas de las sugerencias del artículo titulado Negro, el color ideal.
Aquel inicio de otoño, caminando entre las mesas de novedades, un par de títulos nos llaman la atención. Eco Negro y Hielo Negro. Libros de bolsillo, portadas oscuras, donde predominaba el negro, como en los títulos. Y un autor que no conocíamos, Michael Connelly. Bueno, probaremos a ver que tal es,era bolsillo,menos de diez euros… y nos llevamos Eco negro.
Comenzamos a leer. Los Angeles, Vietnam, túneles, policía burocratizada, un policía solitario que había aprendido a llenar su tiempo con trabajo, a combatir su aislamiento con bebida y el sonido de un saxofón.
Su nombre Harry Bosch.
No había nada extraordinario en aquella novela. No se creaban superhombres ni personajes excepcionales. Pero al terminar la novela te quedaba el eco de los grandes clásicos de la novela negra. Pasaba en Los Angeles, y en esa conexión inexplicable que producen las buenas novelas, te hacía recordar a Raymond Chandler,a Horace McCoy,a Ross Macdonald.
Harry Bosch.Nacido en el 50, buen año para nacer, su propia biografia merecería una novela. Hijo de prostituta asesinada, sin que la policía encontrara nunca al culpable ( ¡ Que hermoso homenaje a James Ellroy!), se crió entre reformatorios y casas de adopción. Como tantos otros jóvenes de su tiempo terminó en Vietnam, pero él pudo volver. Herido, con insomnio, vacío por dentro, solitario por fuera. Se incorporó a la policía de Los Angeles, siempre en permanente conflicto con sus superiores y con asuntos internos más preocupados por las relaciones públicas y las consecuencias políticas que por la búsqueda del culpable y de la verdad.
Harry Bosch es un caballero andante, le interesa más la justicia que las normas de la ley, de espiritu abierto y corazón noble. Es profesional en su trabajo, posee un código ético particular y confía en su sistema de creencias.”Todo el mundo cuenta o nadie cuenta. Significa que me dejo la piel para resolver el caso tanto si se trata de una prostituta como si se trata de la mujer del alcalde. Esa es mi regla”, nos dirá en El último coyote.
Desde entonces Harry Bosch, a lo largo de trece novelas, que quizá parezcan muchas pero siempre saben a poco, se enfrenta a la crudeza de la sinrazón y la violencia, con la humanidad y la calidez de sus contradicciones y deseos. Es un hombre justo, decente y un policía honesto. Es un solitario en su vida privada, incapaz de establecer relaciones personales duraderas y que calma su angustia con el grito desgarrador del saxofón de John Coltrane. Y que no soporta que las victimas caigan en el olvido.”Todas las
Victimas son ángeles perdidos en la ciudad del olvido”.
Ramón Ventura,de El Periódico de Catalunya, el crítico que mejor lo conoce, calificaba a Connelly como un seductor brillante, un narrador de historias que llega a cautivar con ese tono entre intimista y cómplice, produciendo como resultado una novela adictiva.
Connelly, quizá por que lo aprendió en el duro oficio del buen periodismo de investigación, es hábil en la construcción del juego de la busqueda, sabe graduar los ritmos del argumento, redondea la trama con múltiples pistas, establece el proceso de investigación en base a muchos hechos y alguna posibilidad remota y Harry Bosch es verosimil, es creible.
Connelly se nos revela, novela a novela, como un excelente narrador, pero también se incardina en la tradición de los grandes escritores capaces de explicarnos las motivaciones que trasforman a un hombre en un asesino. La sociedad despersonalizada, autista, masificada, insolidaria es muchas veces la responsable de que estos seres marginados y marginales decidan decir basta y tomarse la justicia por su cuenta.
Un novelista capaz de hacernos sentir la soledad del hombre contemporáneo rodeado de la fabrica de sueños y las colinas de los famosos que conforman la ciudad de Los Ángeles.
Pero queremos agradecer a Michael Connelly que junto a Hieronymus Bosch, nos haya regalado tambien a grandes personajes como el periodista Jack McEvoy,la ladrona Cassie Black,el ex agente del FBI Terry McCaleb o Michael Haller, el abogado.
Nos gusta mucho, Señor Connelly la dedicatoria de El Observatorio su última novela traducida. Dice:”A la bibliotecaria que me dió Matar a un ruiseñor”.Y nos permitimos recomendar a las bibliotecarias y bibliotecarios que nos escuchen o lean que lo tengan en cuenta. Nos gustaria leer dentro de unos años, una dedicatoria que dijera: A la bibliotecaria que me dió Echo Park.
Nos gusta mucho que Harry Bosch y usted, señor Connelly, reciban el Premio Pepe Carvalho. Para nosotros, y para los hombres y mujeres de buena voluntad, que no aceptan este mundo globalizado e injusto, tanto Pepe Carvalho como Manuel Vázquez Montalban son algo muy querido y que forman parte de nuestros sueños y de nuestra memoria.
Pepe Carvalho y Harry Bosch, y podríamos añadir a Adam Dalglish, a Kurt Wallander y Ricardo Méndez, son unos auténticos analfabetos tecnológicos e informáticos.Ahora parece como si el ADN fuera el Sabedor supremo y es el forense omnipresente quien descubre todos los culpables, pero ellos cinco tienen esa capacidad extraña y cada vez más escasa de saber mirar a los ojos, de escuchar a las personas, de ir más allá de lo que la rutina y los poderosos les dicen que es la realidad.
Le vamos a pedir señor Connelly que nos deje unos días aquí en Barcelona a Harry. Le permitiremos que haga un viaje rápido a Madrid, para que vea el original de El jardín de las delicias, pero cuando regrese a Barcelona, Pepe Carvalho y él podrán detallar su pasión por sus dos ciudades Los Angeles y Barcelona; podrán intentar explicarse por que ninguna mujer se queda mucho tiempo a su lado. Harry le explicaría a Pepe quién es Frank Morgan,Bill Evans o Art Pepper y Pepe le hablaría de Conchita Piquer, y ambos hablarían de tatuajes.
Se irán a la Plaza Real, no importa la cantidad de guiris que hayan, tomarán una cerveza, lamentando que no haya Anchor Steam, se congratularán de la mutua tendencia a no seguir las normas establecidas, de que ambos escriben aquello que les gustaría leer, que ambos están a favor de las victimas.
Más tarde, subirían hasta Collserola, donde seguramente Harry, contemplando la inmensidad de la Barcelona nocturna, echaría de menos su casa de Woodrow Wilson Drive, allí en la montaña sobre el Valle de San Fernando.
Compartirían un Rioja, o quizá un Napa Valley de los del padrino Francis Ford Coppola, mientras Harry le tarareaba la ultima estrofa de la canción de Louis Armstrong.
Vi cielos azules y nubes blancas
El día bendito y brillante, la noche sagrada y oscura
Y pensé para mi ! que mundo maravilloso!
A su vez, Carvalho le contestaría
Se vive solamente una vez
Hay que aprender a querer y a vivir
Hay que saber que la vida se aleja y nos deja llorando quimeras
No quiero arrepentirme después de lo que pudo haber sido y no fue.
Sería el comienzo de una larga amistad.
Señor Connelly, en nombre de millones de lectoras y lectores,queremos pedirle un favor, un único favor: no nos jubile ni nos mate a Harry Bosch.
Gracias.
Aquel inicio de otoño, caminando entre las mesas de novedades, un par de títulos nos llaman la atención. Eco Negro y Hielo Negro. Libros de bolsillo, portadas oscuras, donde predominaba el negro, como en los títulos. Y un autor que no conocíamos, Michael Connelly. Bueno, probaremos a ver que tal es,era bolsillo,menos de diez euros… y nos llevamos Eco negro.
Comenzamos a leer. Los Angeles, Vietnam, túneles, policía burocratizada, un policía solitario que había aprendido a llenar su tiempo con trabajo, a combatir su aislamiento con bebida y el sonido de un saxofón.
Su nombre Harry Bosch.
No había nada extraordinario en aquella novela. No se creaban superhombres ni personajes excepcionales. Pero al terminar la novela te quedaba el eco de los grandes clásicos de la novela negra. Pasaba en Los Angeles, y en esa conexión inexplicable que producen las buenas novelas, te hacía recordar a Raymond Chandler,a Horace McCoy,a Ross Macdonald.
Harry Bosch.Nacido en el 50, buen año para nacer, su propia biografia merecería una novela. Hijo de prostituta asesinada, sin que la policía encontrara nunca al culpable ( ¡ Que hermoso homenaje a James Ellroy!), se crió entre reformatorios y casas de adopción. Como tantos otros jóvenes de su tiempo terminó en Vietnam, pero él pudo volver. Herido, con insomnio, vacío por dentro, solitario por fuera. Se incorporó a la policía de Los Angeles, siempre en permanente conflicto con sus superiores y con asuntos internos más preocupados por las relaciones públicas y las consecuencias políticas que por la búsqueda del culpable y de la verdad.
Harry Bosch es un caballero andante, le interesa más la justicia que las normas de la ley, de espiritu abierto y corazón noble. Es profesional en su trabajo, posee un código ético particular y confía en su sistema de creencias.”Todo el mundo cuenta o nadie cuenta. Significa que me dejo la piel para resolver el caso tanto si se trata de una prostituta como si se trata de la mujer del alcalde. Esa es mi regla”, nos dirá en El último coyote.
Desde entonces Harry Bosch, a lo largo de trece novelas, que quizá parezcan muchas pero siempre saben a poco, se enfrenta a la crudeza de la sinrazón y la violencia, con la humanidad y la calidez de sus contradicciones y deseos. Es un hombre justo, decente y un policía honesto. Es un solitario en su vida privada, incapaz de establecer relaciones personales duraderas y que calma su angustia con el grito desgarrador del saxofón de John Coltrane. Y que no soporta que las victimas caigan en el olvido.”Todas las
Victimas son ángeles perdidos en la ciudad del olvido”.
Ramón Ventura,de El Periódico de Catalunya, el crítico que mejor lo conoce, calificaba a Connelly como un seductor brillante, un narrador de historias que llega a cautivar con ese tono entre intimista y cómplice, produciendo como resultado una novela adictiva.
Connelly, quizá por que lo aprendió en el duro oficio del buen periodismo de investigación, es hábil en la construcción del juego de la busqueda, sabe graduar los ritmos del argumento, redondea la trama con múltiples pistas, establece el proceso de investigación en base a muchos hechos y alguna posibilidad remota y Harry Bosch es verosimil, es creible.
Connelly se nos revela, novela a novela, como un excelente narrador, pero también se incardina en la tradición de los grandes escritores capaces de explicarnos las motivaciones que trasforman a un hombre en un asesino. La sociedad despersonalizada, autista, masificada, insolidaria es muchas veces la responsable de que estos seres marginados y marginales decidan decir basta y tomarse la justicia por su cuenta.
Un novelista capaz de hacernos sentir la soledad del hombre contemporáneo rodeado de la fabrica de sueños y las colinas de los famosos que conforman la ciudad de Los Ángeles.
Pero queremos agradecer a Michael Connelly que junto a Hieronymus Bosch, nos haya regalado tambien a grandes personajes como el periodista Jack McEvoy,la ladrona Cassie Black,el ex agente del FBI Terry McCaleb o Michael Haller, el abogado.
Nos gusta mucho, Señor Connelly la dedicatoria de El Observatorio su última novela traducida. Dice:”A la bibliotecaria que me dió Matar a un ruiseñor”.Y nos permitimos recomendar a las bibliotecarias y bibliotecarios que nos escuchen o lean que lo tengan en cuenta. Nos gustaria leer dentro de unos años, una dedicatoria que dijera: A la bibliotecaria que me dió Echo Park.
Nos gusta mucho que Harry Bosch y usted, señor Connelly, reciban el Premio Pepe Carvalho. Para nosotros, y para los hombres y mujeres de buena voluntad, que no aceptan este mundo globalizado e injusto, tanto Pepe Carvalho como Manuel Vázquez Montalban son algo muy querido y que forman parte de nuestros sueños y de nuestra memoria.
Pepe Carvalho y Harry Bosch, y podríamos añadir a Adam Dalglish, a Kurt Wallander y Ricardo Méndez, son unos auténticos analfabetos tecnológicos e informáticos.Ahora parece como si el ADN fuera el Sabedor supremo y es el forense omnipresente quien descubre todos los culpables, pero ellos cinco tienen esa capacidad extraña y cada vez más escasa de saber mirar a los ojos, de escuchar a las personas, de ir más allá de lo que la rutina y los poderosos les dicen que es la realidad.
Le vamos a pedir señor Connelly que nos deje unos días aquí en Barcelona a Harry. Le permitiremos que haga un viaje rápido a Madrid, para que vea el original de El jardín de las delicias, pero cuando regrese a Barcelona, Pepe Carvalho y él podrán detallar su pasión por sus dos ciudades Los Angeles y Barcelona; podrán intentar explicarse por que ninguna mujer se queda mucho tiempo a su lado. Harry le explicaría a Pepe quién es Frank Morgan,Bill Evans o Art Pepper y Pepe le hablaría de Conchita Piquer, y ambos hablarían de tatuajes.
Se irán a la Plaza Real, no importa la cantidad de guiris que hayan, tomarán una cerveza, lamentando que no haya Anchor Steam, se congratularán de la mutua tendencia a no seguir las normas establecidas, de que ambos escriben aquello que les gustaría leer, que ambos están a favor de las victimas.
Más tarde, subirían hasta Collserola, donde seguramente Harry, contemplando la inmensidad de la Barcelona nocturna, echaría de menos su casa de Woodrow Wilson Drive, allí en la montaña sobre el Valle de San Fernando.
Compartirían un Rioja, o quizá un Napa Valley de los del padrino Francis Ford Coppola, mientras Harry le tarareaba la ultima estrofa de la canción de Louis Armstrong.
Vi cielos azules y nubes blancas
El día bendito y brillante, la noche sagrada y oscura
Y pensé para mi ! que mundo maravilloso!
A su vez, Carvalho le contestaría
Se vive solamente una vez
Hay que aprender a querer y a vivir
Hay que saber que la vida se aleja y nos deja llorando quimeras
No quiero arrepentirme después de lo que pudo haber sido y no fue.
Sería el comienzo de una larga amistad.
Señor Connelly, en nombre de millones de lectoras y lectores,queremos pedirle un favor, un único favor: no nos jubile ni nos mate a Harry Bosch.
Gracias.