Canillejas (Madrid), 1978. El Botas tiene 16 años. Es huérfano de padre. El hígado de su progenitor dijo basta en la bodega del barrio. Su hermano murió tiempo atrás de hepatitis C por esa desafortunada costumbre de compartir las jeringuillas para chutarse. Su hermana se fue a una comuna jipi en Ibiza al cumplir los 18. Convive con su madre, que es una borracha que un día se fuga con un vecino. Es inmigrante de segunda generación, es decir, que sufre desarraigo de las raíces de la tierra de sus padres, y se dedica a dar vueltas por el barrio con sus colegas el Conejo, el Mecánico, el Pumby, el Porras y el Nani tomando todo aquello que el sistema les niega, en un contexto brutal de crisis y paro. Se dedican a delinquir y ellas, la Morritos, la Orejuda, La Trini, la Charo… la contraparte femenina de la basca, se sacan el sustento en las esquinas aliviando los más bajos instintos de los hombres.
Pronto, debido a su condición de yonquis, los atracos se convierten en algo habitual, así como las visitas a comisarías y a correccionales. Sin embargo, la vida de estos chicos, como tantos otros de los barrios periféricos de Madrid, es vista por ciertos sectores de la sociedad como una epopeya heroica, de modo que no son pocos los directores de cine que se interesan por llevar sus historias a la gran pantalla. Pertenecen a una generación que, sin haber vivido una guerra, han sufrido tantas bajas gracias a la heroína como si la hubieran vivido. El Botas, un día, se encuentra con la música y con Lola, de la que se enamora. Y estos dos factores le hacen pensar en desengancharse de la droga y llevar una vida sin sobresaltos. ¿Lo conseguirá?
Yonqui
Paco Gómez Escribano
Erein 2014
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